Turismo rural

Dicen ahora que el turismo rural está asentado y que es preciso promocionar un turismo más urbano. Ése al menos es el temor que albergan todos los afectados que ven cómo las subvenciones al turismo han quedado en algo imperceptible, no mereciendo la pena afrontar todas las exigencias a cambio de una ayuda miserable. Es decir, que el campo y la vaca dejan de estar de moda y empiezan a ser sustituidos por el asfalto y la gran ciudad. Toda aquella idílica comedia del hombre meciendo la vaca ante los turistas y de la mujer amasando el pan de casa y haciendo rapón o friendo roxois para sorprender con productos de la tierra parece haber perdido frescura. Al menos frescura oficial. Que lo hagan ellos y que lo promocionen ellos, parece decir la Administración, sin tener en cuenta que fue una aventura de dos. Ella, como amable inductora, y el campesino, como infeliz destinatario de una iniciativa que venía muy bien acompañada de dinero público.

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